La recomendación de esta semana gira en torno a Dylan.
El guitarrista de voz rasgada que tocaba la armónica y que
removió los corazones de toda una generación con sus temas demostró también ser
un auténtico genio de la literatura con sus letras. Y no solo por la belleza poética o por el
mensaje de las letras de sus canciones: la capacidad para el uso de los recursos estilísticos de literatura
de los que hizo gala en las canciones de sus pasado y de los que sigue haciendo
gala en sus últimos trabajos es poco más que asombrosa para ser un chico sin
estudios.
De la emoción de su armónica nació una vez una canción para
el recuerdo. Las lágrimas, quizá de su experiencia, que se derraman del cuerpo
de su guitarra y desde su garganta mientras entona Tangled Up in Blue son más que justificadas.
Sabrán todos los que tienen nociones básicas de la lengua
anglosajona que el color azul en inglés, y mucho más en literatura, va ligado
siempre a connotaciones de tristeza, nostalgia o melancolía. El color azul es
el color, etimológicamente lógico, del blues, de las escalas pentatónicas, de
las voces rasgadas, de los bendings imposibles y de temblorosos dedos
sosteniendo fas y las menores entre
melodías de saxo.
Pero esta canción no destaca por ser un blues genial, no es
un blues ni siquiera, sino una canción de tantas de un Robert Zimmerman que
prefiere acercarse en este caso a lo que se conoce como cubismo literario. Y ¿en qué consiste?. Consiste en escribir una
historia, partirla en cachitos y desperdigar esos cachitos sin ningún orden.
Después de eso, se recompone la canción manteniendo tal desorden ilógico entre
estrofas y diseñando un Guernica literario y musical necesario de varias
lecturas para entender el verdadero contenido de la canción.
Y la historia. La historia es la historia del fracaso de una
mujer entre bares de alterne. Sueños rotos y fracasos mojados en la almohada.
La triste historia de un desamor en el azul ambiente de la marginalidad.
Para cualquier tarde lluviosa o nevosa de Febrero, Tangled
Up In Blue es más que bienvenida.
Alberto Ortiz.
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